lunes, 19 de abril de 2010
El tomate
Todos sabemos y hasta me atrevo a decir, cansados de escuchar, de que es necesario comer todos los días de nuestra vida verduras y frutas. Aconsejan como mínimo 5 raciones de éstas repartidas a lo largo de todo un día.
Y cómo no, el tomate es necesario tomarlo, bien como fruta o como verdura, porque es las dos cosas a la vez. Como fruta al consumirse en crudo e incluso dulce (se pueden hacer verdaderas mermeladas fantásticas). Y como verdura al introducirse en guisos, sofritos, etc.
Uno de las cualidades que lo hacen un importante antioxidante ante los radicales libres, es su aportación en vitaminas del grupo A, C y K, además del licopeno (un pigmento que le da el color rojo), que lo hace en un importante defensor ante el cáncer, especialmente el de próstata. Pero para ello, debe ser cocinado ya que de esa forma se concentra aún más y se asimila de mejor forma. Otras frutas que contiene este tipo de defensor son aquellos de color rojo intenso como es el caso de la sandia.
Además de esto, tiene un importante efecto depurativo y aconsejable para el caso de estreñimiento dentro de una dieta rica en fibra.
El único inconveniente, es que para estómagos más delicados puede provocar acidez o sentar pesado. Dependerá de la persona y de cómo responda el estómago ante su consumo.
Como canaria que soy, me centro ya por último, en el tomate canario. Sus orígenes radican por el año 1885 en la ciudad de Telde (Gran Canaria), que fue cuando se empezó a cultivar. Debido al éxito inicial que tuvo y al buen clima de las Islas que propiciaba su plantación tanto en verano como en invierno, se fue extendiendo por todas las islas. Ello hizo que se convirtiera en uno de los pilares de la economía canaria ayudado por la situación del Archipiélago en régimen de Puertos Francos que permitían su exportación. Aunque en la actualidad su comercialización ha descendido, se sigue cultivando y vendiendo para el extranjero debido a la gran resistencia que tiene para ser transportado a que mantiene su aroma y jugosidad sin perder esa carnosidad que lo caracteriza.
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